EL MUSEO DEL PRADO

El Museo del Prado fue construido bajo el reinado de Carlos III, en el año 1785. Fue un encargo directo del monarca al arquitecto Juan de Villanueva. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro, donde se incluía el Palacio Real levantado por Felipe IV. Mientras se concluían las obras de construcción del edificio del Museo de Ciencias Naturales (terminadas en 1811), se produjo la invasión francesa. Esta invasión es determinante para el futuro Museo del Prado, puesto que el rey José Bonaparte, gran renovador del urbanismo madrileño al cual no se le ha reconocido su mérito, promulgó mediante Real Decreto sus deseos de fundar un Museo de Pinturas. Éste, pese a su odio contra todo lo francés, considera muy aceptable la idea de reunir las colecciones reales en una galería del flamante edificio de Villanueva: así, en 1819 se abre oficialmente el Museo del Prado. Esta diferencia es su dedicación mayoritaria a la enseñanza de la historia de la pintura. Las obras de arte, las pinturas y las esculturas sufrieron extravíos que nunca han sido solucionados. Finalmente, lo que se recogió en el Museo de la Trinidad fue traspasado al Prado en 1870, junto con la colección de cartones para tapices de Goya, conservados hasta entonces en el Palacio Real de Madrid. Durante la contienda, de 1936 a 1939, el director del Museo del Prado fue Pablo Picasso quien, ayudado por un Consejo Internacional, decidió la evacuación a Francia de algunas de las joyas más relevantes de nuestra pintura. El Museo fue concebido desde sus inicios como galería de la historia occidental de la pintura, arrancando desde la Edad Media hasta nuestros días. Este motivo decidió a Picasso a donar su Guernica al Prado, a modo de conclusión de esta historia europea del arte, donde constituyó uno de los principales atractivos del museo. Los principales grupos son la Escuela española, la italiana, la flamenca y, en menor medida, las Escuelas holandesa, francesa y británica. El núcleo de pintura española tiene dos orígenes principales. Por un lado, la pintura que figuraba en las colecciones regias, de aquellos pintores de cámara que los reyes mantuvieron constantemente a su lado y con cuyas obras enriquecieron sus palacios y residencias de placer. Por tanto, este grupo de pintura española será una pintura cortesana, ligada a los personajes y actividades de palacio. En la reunión de las colecciones extranjeras, el papel de los reyes a título personal, y de sus allegados, validos, embajadores, etc. El núcleo de la colección del Prado que arranca de las colecciones reales extranjeras se debe a Carlos I. Tiziano fue su favorito, pero en general los artistas italianos y flamencos fueron muy cotizados en España. Otros reyes, como Felipe III, no fueron coleccionistas a título personal, pero sí fueron obsequiados con valiosas pinturas por parte de sus aliados. Gran figura de las colecciones reales fue Felipe IV. Carlos IV fue el patrocinador de Goya y tras el paréntesis de la Guerra de Independencia, Fernando VII se convirtió en impulsor del Museo del Prado. Esto ha conseguido llenar ciertos vacíos en las colecciones, como la serie de pinturas británicas, o algunos momentos del arte universal, como los primitivos italianos o el arte español. Aun así, el Museo del Prado se enriquece día a día con obras de relevancia universal para el patrimonio del hombre.

 

Cuando Tiépolo llegó a Madrid no entró con buen pie en la Academia de San Fernando debido a su enfrentamiento con Mengs, defensor de un nuevo estilo que era el Neoclásico, mientras que Tiépolo se aferraba al arte Rococó, el último episodio del Barroco. En la capital de España se formaron dos bandos entre los que apoyaban a Mengs y los que aclamaban a Tiépolo. Abraham y los tres ángeles es una buena muestra del estilo del pintor italiano. Abraham presencia, casi dormido, la visión de tres ángeles: la Trinidad. Son figuras totalmente barrocas en diferentes posturas - uno de frente, otro de espaldas en un pronunciado escorzo y el tercero en penumbra - marcando la anatomía como hacía Miguel Angel. El colorido es el que siempre emplea Tiépolo con rojos, azules y amarillos. La luz sobrenatural ilumina plenamente la visión y deja a Abraham en semipenumbra. En la zona baja de la derecha, la luz nos permite apreciar los tres panes que el patriarca ofreció a Yavhe. Igual que ocurría con San Francisco recibiendo los estigmas, también cabe resaltar la mezcla de idealización en los ángeles y de realismo en Abraham

 

 

 

 

 

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